Hola
a Pasión llanera, un blog personal sobre la música llanera colombo-venezolana. Son mis opiniones y pasiones sobre el tema, compartidas contigo, sin grandes pretensiones, no más aspirando que sea tranquilo rincón donde podamos leer, oír un tema o ver un video que traigamos de la Internet. Mi papá es un gran amante y cultor del género: se lo dedico. Mientras lees, puedes oír mi selección musical acá: llaneritas.
Coleo y música llanera
I. Juicio de valores
Colear consiste en, de preferencia en Venezuela y México, “Tirar, corriendo a pie o a caballo, de la cola de una res para derribarla”, según Diccionario de la Lengua Española.
Usted va al coleo y mira, y, aunque no comprenda ni la música ambiental, por costumbre llanera, ni la mecánica misma de la práctica, no evitará ser atrapado por el hervor energético desatado en la manga.
Pero es posible que el tal hervor a usted le repela, chocando, probablemente, con su refinada cultura y con sus civilizados postulados sobre el dolor y la crueldad. Es decir, no esté de acuerdo con el coleo, y por formación y personalidad no encuentre ni placer ni entretenimiento en su eventualidad.
Sin duda, una posición, toda legítima ella, humanista, fundada en los valores humanos de la cultura occidental que somos, siempre soñadores con los altos ideales de civilización y progreso que histórica y conceptualmente han encarnado en la vieja Grecia y Roma. Porque Occidente es eso, Grecia y Roma compenetradas, intelecto y armas, sin embargo armonizados, restringiendo la fuente lo más icónico posible (Sumeria y Egipto Antiguo son también valores occidentales).
De hecho, muchos “refinados”, es decir, ojos cuya luz emana de las honduras de la cultura occidental (EEUU, Europa, nosotros mismos), ya han expuesto su posición sobre el coleo. Véase, por ejemplo, el parecer del cónsul general de los Estados Unidos en Venezuela, después de asistir a una coleada durante la primera presidencia de Páez: “Había un gentío que parecía divertirse mucho con la más perfecta tontería que haya visto, para no decir mucho de la crueldad y el salvajismo de tal deporte”.¹
O la de la escritora y viajera francesa Jenny de Tallenay, en 1878, quien después que publicara un libro sobre Venezuela (Souvenirs du Venezuela: notes de voyage, París, Librairie Plon Nourrit, 1884): el coleo es un “bárbaro tumulto”.
En fin criterios decantados sobre el dolor y la crueldad, como es el argumento crucial a la hora de juzgar las manifestaciones culturales de otros extraños pueblos, “bárbaros” por antonomasia. Son los mismos ojos que no toleran los toros en Pamplona, por ejemplo, ni el toreo en ningún lugar. Sin ir muy lejos, aquí mismo el afrancesado Guzmán Blanco prohibió los 50 años de historia que llevaba el coleo en Venezuela, práctica que había prendido ya en Caracas, específicamente en El Valle, La Candelaria (esquinas Candelaria-Romualda, Carmen-Municipal), San Juan (frente a Capuchinos).
Pero de criterios el mundo está lleno, y vale decirlo sobremanera cuando de las fuentes mismas del refinamiento “occidentaloide” proceden insólitas contradicciones hasta de carácter vital. Difícil es superar en crueldad a Occidente (en especial la aplicada al hombre), avezado en bombas atómicas y guerras mundiales. 5 millones de personas murieron nomás bajo la refinada técnica de obligar o anular conciencias de la Sagrada Inquisición, por poner un ejemplo. No hablemos, por favor, ni de invasiones militares ni bloqueos, técnicas “refinadas” de la política occidental, para no rayar ya en partidismos.
Digamos, finalmente, para cerrar este preliminar de valor sobre el coleo, que un versado en Letras y Jurisprudencia como Filippo, Marinetti, nacido en Egipto y con toda una vida desplegada en Europa, occidental a carta cabal, habría por lo menos escrito o sugerido una oda al coleo, bajo el espíritu de su Manifiesto Futurista,² publicado en Francia, en 1.909. Léase el primer postulado: “Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad”, proemio lineal de los otros diez apartados del escrito.
Tal es el coleo, expresión de elemento y práctica culturales de los pueblos, así le resulten extraños a otros, presuntamente más elaborados, civilizatoriamente hablando. Inocente en sí, per se, rasgo de gentilicio nacional o regional que no ha de pedir permiso para ser. Nadie dirá que Marinetti no es un hombre de cultura refinada, célula de la entraña misma del monstruo cultural “perfecto”, amigo en su tiempo de lumbreras intelectuales como Unamuno, Yeats, Cocteau… Ahora, que pueda ser tomado como una expresión contradictoria de una cultura que venera la guerra y la camufla con un ambiguo lenguaje de paz, es otro cuento. El refinamiento puede no más que ser el ángulo del criterio a través del cual se contempla el dolor y la crueldad. Asunto de relatividad cultural.
Digo ahora lo que tengo decir sobre el coleo en Venezuela, sobretodo porque a partir de los años cuarenta le brinda un espacio magnífico de renacimiento a la música criolla, oriental y llanera, como motivo de ambientación eventual. El crédito de las siguientes anotaciones corresponden a Eleazar López Contreras: “Toros coleados, Torrealba y tucusito”. – Fot. bl y n. En: Las Verdades de Miguel. - (2.009) jul 2; p. 22.
Como los puntos tienen valor de hito o perlas, resumo.
II. Coleo y música llanera.
II.a. Coleo
Armando Martínez: Gabán coleador
- Surge de la necesidad de los llaneros de tumbar los animales separados de las manadas.
- Pasa de la pampa a los pueblos
- Cristóbal Rodríguez funda el primer hato, llamado Uverito (Anzoátegui) junto a once familias cordobesas.
- Toma auge con los llaneros de Páez, 1830.
- Posteriormente es retomado por los Monagas y Joaquín Crespo.
- Cuando se hacía en ciudades, se cerraban las calles; por ejemplo, en Caracas se cerraba de Candelaria a Romualda. Era un evento con música de fondo y carne en vara.
- Antonio Guzmán Blanco lo prohíbe.
II.b. Música llanera
- En 1.941 Eduardo Serrano y su orquesta graba La empalizá, lo cual dio cierto repunte a la música criolla, trabajo calificado entonces como “joropo sinfónico” (música con violines).
- En 1943 la clase media funda el Club Campestre Los Cortijos, como respuesta al exclusivísimo club Valle Arriba Golf Club. Este hito marca un renacer de la música criolla, dado que la cancha de coleo se ambientó con música llanera y galerones. La voz de Magdalena Sánchez subió al estrado, y la radio empezó a difundir talentos como Loyola e Indio Figueredo, por la parte del llano, y Benito Quiroz, por la parte oriental.
- En el aspecto formal, en 1952, sobre la ola exploratoria folklorista del momento, Aldemaro Romero inscribe, con Dinner en Caracas, lo más selecto del repertorio criollo sobre el plano de una modernización musical, sacando el género del saco recio del indigenismo. Su trabajo refinó el tema musical. En consecuencia, la “disminuida música criolla” salta a los predios de la música de salón, de orquesta de salón, con elegancia sinfónica, restándole exclusividad de emisión a los clásicos conjuntos circunstanciales o a las típicas orquestas “criollas” presentadas en la radio (de arpa, cuatro y maracas), forma masiva de transmisión del momento.
- En 1.952 aparecen Los Torrealberos, que ve transitar en sus filas talentos como Magdalena Sánchez, Ángel Custodio Loyola, Pilar Torrealba, Marisela, Mirtha Pérez, Rudy Hernández, Maria Teresa Chacín… Los Torrealberos, sobre la onda estilizada ya mencionada, rompen el esquema tradicional de arpa, cuatro y maracas con composiciones como Concierto en la llanura, de su epónimo Juan Vicente Torrealba. Vicente Flores y sus Llaneros en la época fue un buen intento de estilización, dado que unía el saxofón y la trompeta al arpa.
Magdalena Sánchez: Tonada del pajarillo
Juan Vicente Torrealba: Conciento en la llanura
Aldemaro Romero: Fuga con Pajarillo
- El nacionalismo del gobierno perejimenista instituyó la Semana de la Patria, eventualidad pintoresca que contribuyó a la difusión de las sencillas canciones de Torrealba en boga: Muchacha de ojazos negros, Sabaneando, Desilusión, Solo con las estrellas, Rosario, entro otras. La moda era el cuatro adornado de bandera, afinado y portado por las muchachas para la interpretación de temas como los mencionados.
- Introduce Torrealba el liqui-liqui, botas y sombrero como indumentaria del cantante llanero.
De modo que el coleo, como tema que nos obligó a tan larga introducción para finalmente hablar de la música llanera, ejerce un peso histórico en el primer renacer de la música criolla de Venezuela.
Notas:
¹ Eleazar López Contreras: “Toros coleados, Torrealba y tucusito”. – Fot. bl y n. En: Las Verdades de Miguel. - (2.009) jul 2; p. 22.
² Filippo Marinetti / Traducción y notas de Fr. Ricardo W. Corleto: “Filippo Tommaso Marinetti. El Manifiesto Futurista (1909)”. – S.F. - [Pantalla 2]. - http://usuarios.advance.com.ar/pfernando/DocsIglCont/Marinetti-manifiesto.htm#_ftn1.
¿Tendrías la amabilidad de avisarme si no funciona algún enlace al camero500@hotmail.com?
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Muy buena esta síntesis sobre el Coleo y sobre algunos datos acerca del nacimiento del nacionalismo cultural.
Quería preguntarte por esta nota:• "Cristóbal Rodríguez funda el primer hato, llamado Uverito (Anzoátegui) junto a once familias cordobesas."
Como mi mamá es de Uverito, ella sigue viva con sus 80 años y una memoria prodigiosa, quisira saber más de este dato. si conoces algún libro acerca de Uberito.Ser+ia un regalo para ella muy líndo si existiése.
saludos
Alirio Martínez
10 de mayo de 2010, 7:16
Hola, Jared. No es mucho lo que conseguirás en línea. Te dejo, de todos modos, dos link para inicies una exploración.
http://vitolopez.blogspot.com/2008/04/los-toros-en-venezuela.html
http://www.ara.losaranguez.com/Ganaderia%20en%20Venezuela.pdf
Para tus efectos, es difícil esté en el espectro del recuerdo de la pariente mencionada. La fundación remonta al 1530. El hato es viejo, caramba, como Uverito.
Saludos y suerte.
10 de mayo de 2010, 13:02